Hace no demasiado que conseguí encontrar una parte imprescindible de mi mismo, olvidada con los años, oculta entre los constantes pensamientos, perdida y deshauciada en la vorágine de la vida vivida con un nudo entre las manos. Estaba escondida detrás de la humilde llama de una vela.
Y recordé aquellas certeras palabras: "No pienses, Daniel. La mente no hace otra cosa que crear abismos que sólo el corazón puede atravesar..."